Era el universo frío cuando ni el sol ni la luna existían, era todo
desorden y soledad cuando nada existía alrededor. Fue hecho el polvo que formaba nubes en el vacío, fueron hechas rocas que flotaban errantes, algunos seres sombríos que habitaban en ellas, algunos sentimientos vagos para que estos seres pudieran vivir y crecer, y a criterio de ellos, mejorar. Pero algo faltaba, algo no parecía completo, todavía no existía la luz, y la noche era oscura, no existía tampoco razón alguna para que nuevos sentimientos nacieran y crecieran, y ayudaran a estos seres a ser lo que soñaban ser.
Fueron entonces creados ellos, el sol en el cielo y la luna junto a él, los dos a la misma orden del creador, como si fuera necesaria la presencia del uno para existencia de la otra. Pero se dieron cuenta entonces que si era imprescindible, no por que no pudieran haber sido separados, sino porque sus sentimientos, que eran mas fuertes que cualquier otra fuerza del universo, no lo hubiera permitido de otra manera.
Un eclipse había en el universo, una unión continua de sol y luna, besándose, tocándose, siendo uno, viéndose a los ojos el uno al otro, disfrutando segundo a segundo su mutua compañía. Y no había nada malo ni extraño en ello, estaban destinados a estar juntos, desde el principio y para siempre.
Viendo entonces entonces los humanos (que era el nombre que habían escogido estos seres que poblaban el universo, en un intento de ser lo que querían ser), la dicha que manifestaban estos astros, y asombrados por el brillo y el resplandor de eso que reconocieron como amor, sintieron envidia. Sintieron celos de algo que ellos no habían podido tener en su búsqueda de ese vacío que sentían por dentro, esa falta de eso que es importante en la vida, y aun fuera de ella. Decidieron entonces, en un ataque de lo que luego se llamaría ira, evitar ese amor destinado a ser eterno. Concluyeron que la mejor manera de hacerlo sería separándolos para siempre y no dejarlos que fueran uno, o se tocaran, o si quiera se besaran. Se dieron a la tarea de construir un planeta en medio de los dos, un planeta lo suficientemente grande para esconder los ojos de cada uno tras este, y fue así como construyeron la Tierra. Y decidieron vivir en ella, pues había sido su creación, y para asegurarse que si ellos no podían conocer el amor verdadero, ni la luna ni el sol lo hicieran.
Es entonces desde ese momento que cuando vemos al cielo por las noches, vemos las lágrimas de la luna que deja en su pasar mientras intenta encontrar a su pareja, gotas de tristeza que nosotros llamamos estrellas, he inspiran deseos de llegar mas allá.
Es entonces también que la luna brilla con espléndida blancura, cuando el sol la logra iluminar aunque sea un poco. Y la vemos y soñamos, y escribimos poemas, y pensamos, en nuestra propia luna, o nuestro propio sol. Es por eso que como niña juguetona se ruboriza cuando, como jugando con su amado, se esconde tras la Tierra, por unos minutos hasta volver a brillo que le devuelve blancura de pureza. Y lloramos, porque los minutos son pocos.
Desde ese momento también, es que el sol en su radiante furia nos golpea con el fuego de su dolor, nos escondemos, nos protegemos de sus espadas ardientes que están constantemente buscando venganza, por lo que le hicimos, por lo que tal vez algún día tendremos que pagar. Desde entonces, avergonzados, no podemos, por mas que intentemos, ver la cara del astro rey, temerosos de que una sola mirada descargue toda la ira acumulada desde que el mismo humano la inventó. Disfrutamos, sin embargo, de hermosos celajes ofrecidos a la luna cuando el sol se esconde y la puede ver, por minutos, preciados minutos. Y pensamos, solo pensamos.
Por eso, así, el mundo se paraliza, el que grita queda silente, el que escucha no puede atender mas a los llamados, el que no siente no puede evitar sentir, cuando por un momento, un breve momento, y después de muchos años de separación, el sol y la luna se vuelven a unir, vuelven a tocarse, vuelven a mirarse, vuelven a ser uno, y ese eclipse maravilloso en el cielo que ilumina y oscurece a la vez el mundo, nos demuestra que a un amor que debía durar desde siempre y para siempre, nada lo puede separar.
jueves, 13 de noviembre de 2008
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