jueves, 30 de octubre de 2008

Fantasmas de mi felicidad

"Soy feliz,
soy un hombre feliz,
y quiero que me perdonen
por este día
los muertos de mi felicidad".

... dijo una vez algún chavalo con una guitarra (mis respetos a Silvio y su guitarra)

Lo que no dijo es que primero hay que perdonarse a uno mismo por haberlos matado, caso contrario, se convierten en fantasmas ... los fantasmas de mi felicidad. Que andan por ahí acechando mi rutina diaria, sin que se vean a plena luz de día, pero sí en el rabillo del ojo cada vez que me descuido y no pongo suficiente atención a lo que estoy haciendo. O peor aún, cuando estoy disfrutando de esa felicidad producto de su muerte y se empeñan en recordarme que andan por ahí, todavía medio vivos, pero medio muertos, moviendo sus brazos para ser notados, entonces vuelvo a ver y me distraigo de lo que sea que esté disfrutando en ese momento, como cuando camino tomado de mi mano, como cuando me vuelvo a ver y me sonrío, como cuando en la cama me abrazo ... y me distraigo, porque veo algo con el rabillo del ojo.

Vuelvo mi mirada para ver que es lo que mi ojo está viendo inconscientemente y me doy cuenta que son ellos, todos esos pasados que tuve que dejar tirados y solos, que son al final de cuentas parte de mi vida pero no mi vida, mi vida soy yo, mi vida es mi presente, mi vida es lo que yo haga de ella hoy, para disfrutarla también mañana y el día después de ese. Esos muertos ya están muertos, si me perdonan o no, ya es muy decisión de ellos. Si me perdono yo, o no ... es decisión muy mía ... solo mía ... tal vez lo haga adecuadamente algún día, y ese día esos fantasmas desparecerán y quedarán donde deben estar, en la memoria, donde yo los puedo controlar.

Tal vez cuando esté más hacia la izquierda, un centímetro más hacia la izquierda, por ahora estoy un poco hacia la derecha.

Centro ... allá voy ... y un instante después, hacia adelante ... siempre hacia adelante.

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