jueves, 8 de mayo de 2008

Sobre el sacrificio del Cristo

Cuenta la historia que hace aproximadamente 1975 años, en algún lugar del medio oriente, un hombre se sacrificó por el bien de toda la humanidad. Tenía 33 años y de él se decía, no solo que había nacido de una madre virgen, sino que era el hijo de Dios (del que llaman Yaveh, para los que podrían no saber todavía de cuál dios estoy hablando). Este Hombre —hago un paréntesis para confirmar que era un Hombre, un humano, porque si nació de mujer es humano, si hubiera nacido de diosa sería un dios, pero como nació de mujer fecundada por un dios es un humano, o más bien un semidios, o semihumano, pero hombre al fin. Lloraba si se caía, sangraba si se cortaba (sangre humana), podía estar feliz tanto como podía estar triste, entonces era Hombre al fin —.

Bueno, este Hombre nacido en un cómodo pesebre, caliente, acompañado de su padre y de su madre (que es mucho más de lo que actualmente muchos niños recién nacidos abandonados en basureros pueden esperar), vino al mundo a hacer un gran sacrificio: morir por nosotros (aunque todos y cada uno de nosotros también venimos a final de cuentas a morir, el decir si morimos por otros o no, es cuestión nuestra).

Ese gran sacrificio lo vino a hacer en calidad de hijo de Dios, o más bien de El hijo de Dios, porque si bien es cierto para el cristianismo todos somos hijos de Dios, existe tal cosa como Padre, Hijo y Espíritu Santo, a lo que se llama la santísima trinidad, y por lo tanto, él vendría a ser el segundo componente de este Dios que es tres y uno a la vez, y eso lo convertiría en una manifestación de lo divino, y ahí viene la parte del sacrificio, la separación, Dios (o el Padre), envío a su hijo único (aunque todos seamos sus hijos también) a morir por nosotros en la cruz. Eso debe causar mucho sufrimiento a cualquier padre, por el hecho de tener la certeza de su sufrimiento, al fin y al cabo esa era su misión.

Este Cristo (o elegido), sufrió pruebas a lo largo de su vida, el ejemplo clásico sería el ayuno y el más conocido fue el de 40 días que hizo en el desierto (sacrificio que aparentemente también hacen algunas personas por ejemplo en Africa, y muchas veces lo hacen por más de 40 días, aunque se podría decir que hacen trampa, porque comen un par de cucharadas de alguna cosa que consiguen de cuando en cuando). En este periodo se dice que Jesús fue tentado por el diablo y que prácticamente le ofreció alivio a su sufrimiento a cambio de que se pasara a su bando. Oferta que Jesús, por supuesto, rechazó. Un momento, esta es una buena oportunidad para hacer mi primer punto. Jesús rechazó la oportunidad de negar a su padre, a El Padre. ¿Tenía opción de negarlo? Para empezar el Padre, junto con el Hijo y el Espíritu Santo, forman lo que se conoce como la Santísima Trinidad, o DIOS, por lo tanto, si el hijo hubiera aceptado los ofrecimientos del diablo, la Trinidad hubiera dejado de ser tal, y Dios hubiera dejado de ser también. ¿Habría entonces dejado de existir el universo si esto hubiera pasado? ¿Habría Dios permitido que esto sucediera? ¿Se habría arriesgado Jesús a desaparecer también junto con esta cadena de eventos? Y lo que es peor ¿Significaría esto que Dios, siendo omnisciente, envío a su hijo a traicionarlo sin saberlo, por lo tanto no siendo omnisciente, y por consiguiente no siendo Dios?

Entonces parece que Dios sabía que su hijo no lo iba a traicionar, ni a la humanidad, porque Jesús actuó como lo haría aquel digno de ser llamado hijo de Dios. Lo que me lleva a dudar que esto haya sido un sacrificio, me parece más que fue una manera de actuar completamente natural y normal para alguien de su calibre.

Esto me lleva a mi segundo punto: su naturaleza. Jesús era el Hijo de Dios y entonces para todo fin práctico él era Dios, lo que significa que su lugar estaba en ‘el cielo’ al lado de su padre para mantener el orden cósmico intacto. Jesús murió (si se puede decir que un dios muere) en la cruz, luego de seis horas de agonía. Si tomamos en cuenta que Dios creó el mundo en siete días y ahora sabemos que eso es una metáfora para los 13 mil millones de años que ha durado el universo hasta ahora, podemos decir que esas largas horas de agonía se convierten en ... ¿qué? ... ¿unas cuantas centésimas de segundo en horas-dios? Yo también he sufrido por el bien de la humanidad, cuando me vacuno contra una enfermedad que se está intentando erradicar para que nadie más tenga que sufrirla, y el dolor de la aguja en mi brazo dura varios segundos, eso podría ser cientos de veces el dolor que sufriría un Dios crucificado. “El dolor de clavos en tus muñecas no se puede comparar con una aguja en la piel”, podría agregar alguien para contradecir lo que acabo de decir, pero se olvidaría de algo: a diferencia de mi, Jesús tenía la certeza de que en unos cuantos instantes estaría disfrutando del gozo eterno de estar de nuevo en su trono al lado de su padre. ¡se lo dijo al ladrón que estaba junto a él! ¡En su trono! el era un rey, inmortal además, no podía tener miedo de lo que pasaría luego porque él sabía exactamente cuál era la consecución de eventos luego de su ‘muerte’. No solo vino a ‘sufrir como humano apenas unos cuantos minutos (usando la analogía de los 7 días = 13 mil millones de años podríamos decir que sus 33 años fueron un par de minutos en horas-dios), sino que sabía que al cabo de esa minúscula cantidad de tiempo estaría de vuelta en su lugar por derecho, a la diestra del Padre, el único lugar en donde podría estar.

Puedo estar equivocado, o la historia podría estar mal contada, pero fallo en encontrar dónde está el sacrificio en realizar un puñado de acciones para alguien que la tenía bien segura y para quién no existía la menor duda sobre lo que iba a pasar ... él decidía lo que iba a pasar.

O más bien su padre ... pero al final de cuentas, eran el mismo.